Un ejército, el de Israel. Una guerrilla, Hamás. Un escenario, Gaza. Solo falta la orden última para la invasión terrestre. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, asegura que tendrá lugar, pero no dice cuándo, cómo o a qué escala. En esta nueva etapa de la guerra, las zonas urbanas de la Franja, uno de los territorios con mayor densidad de población del mundo (5.500 habitantes por kilómetro cuadrado), serán determinantes. Israel ha dejado claro que no quiere permanecer dentro de ese avispero, sino acabar con la estructura política y armamentística de Hamás y, después, salir. Conseguirlo en un corto espacio de tiempo y con un coste reducido de vidas es algo que está fuera de los pronósticos, según los especialistas consultados. En la memoria, batallas como la de Faluya o Mosul, en Irak, o, más recientemente, Mariupol y Kramatorsk, en Ucrania.
“Hamás es consciente de que no puede derrotar al ejército israelí” pese a su “arma primordial”, que es la red subterránea de túneles y los rehenes capturados, afirma John Spencer, destacado experto en guerra urbana y, durante 25 años, militar de infantería en el ejército de Estados Unidos. Su previsión, durante una entrevista telefónica, es una batalla de semanas y probablemente meses, que dejará prácticamente destruida la ciudad de Gaza y miles de muertos. Sobre el terreno habrá que desplegar no batallones o brigadas, sino varias divisiones (más de 10.000 soldados cada una), calcula Kobi Michael, analista del Instituto para el Estudio de la Seguridad Nacional (INSS, según sus siglas en inglés), un centro de estudios israelí. “Será una operación muy costosa, pero no nos queda otra que llegar hasta el final” porque “no vamos a volver a la realidad previa al 7 de octubre”, añade convencido de que Israel va a acabar, al precio que sea, con Hamás tras el hachazo que esta asestó ese día.
La Media Luna Roja palestina no dispone de un protocolo específico en Gaza para cuando se produce una invasión militar terrestre, según su portavoz, Nebal Farsakh. “Como organización humanitaria tenemos muchos planes de emergencia y contemplamos distintos escenarios que actualizamos cada día”, pero “lo que pasa ahora mismo en Gaza nos supera a todos, no tenemos capacidad de respuesta, no hay plan para afrontar esta destrucción, esta escalada y el bloqueo. La situación nos desborda y nos rompe el corazón”, explica a través del teléfono.
Otros dos factores, además de las galerías excavadas bajo tierra, hacen que esta sea una operación militar distinta de las anteriores en el enclave palestino. Por un lado, la presencia en Gaza, inédita hasta ahora en el conflicto, de más de 200 rehenes capturados por Hamás en territorio israelí. Por otro, la muerte de cientos de milicianos, muchos de ellos los mejor entrenados, durante el ataque sorpresa, detonante de la actual contienda y en el que murieron unos 1.400 israelíes.
El poderío militar de Israel, con 170.000 integrantes activos y un récord de 300.000 reservistas movilizados para la ocasión de los 465.000 que dispone, es muy superior al de Hamás. El ejército cuenta, además, con muy buena tecnología, unos 2.200 tanques ―incluido el poderoso Merkava IV― y con un aliado clásico, los colaboradores gazatíes sobre el terreno. Los bombardeos sobre la Franja desde el 7 de octubre han causado hasta el momento más de 7.300 palestinos muertos. Pese a todo, para apoyar la invasión, el Pentágono ha enviado a Israel un equipo de asesores militares, con un general de tres estrellas al frente, con experiencia en batallas urbanas como las de Mosul o Faluya, en Irak, según publicó este miércoles el diario Financial Times.
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Frente a ese arsenal del ejército israelí, la milicia se ha podido preparar y equipar con la ayuda de Irán, su sustento, y cuenta con drones bomba, cohetes más modernos y, no hay que olvidarlo, “gente dispuesta a morir”, detalla Spencer. “Están dispuestos a sacrificarse y luchar hasta el final”, comenta en la misma línea Kobi Michael en una conversación telefónica desde Chipre, donde está atrapado por los problemas en el tráfico aéreo que la guerra ha generado en Israel. Por eso, al ejército de Israel no le queda otra que “saturar” Gaza de soldados.
Spencer calcula que Hamás puede contar hoy con hasta 30.000 hombres, frente a los 5.000 de anteriores contiendas. Pese a todas las pérdidas sufridas, es “una gran incógnita” lo que puede ocurrir. Para el bando defensor supone además una ventaja el esperar al enemigo en su propio terreno, que conoce bien y en el que se mueve como pez en el agua. En este sentido, el hecho de que puedan mantener en el sistema de túneles a los secuestrados va a impedir, en principio, que los israelíes arrasen a sangre y fuego las galerías subterráneas.
Esa red, popularmente conocida como el “metro”, es, junto al tiempo que han ido ganando, el “arma primordial” de la milicia islamista, lo que les permite desarrollar “tácticas de guerrilla”, entiende el analista estadounidense. Según Spencer, Hamás ha tenido muchos años para preparar este momento, pues en anteriores invasiones, como las de 2008 y 2014, las tropas israelíes “no profundizaron en áreas urbanas”. Ahora, “es un combate diferente, necesitan despejar la ciudad. Entrar, destruir los túneles, los misiles, a los líderes militares de Hamas y a sus combatientes”.
La defensa de Hamás
Pero ese fortín “en la clandestinidad” obliga a “una lucha completamente diferente porque Hamás puede escapar de muchos de los bombardeos” y de la “inteligencia aérea”, según este analista veterano de la guerra de Irak. Los milicianos han tenido “mucho tiempo” para prepararse con la red de túneles y explosivos trampa, coincide Yaakov Katz, analista de Defensa y excorresponsal militar del diario Jerusalem Post, al tiempo que alerta del “uso cínico” que probablemente harán de los civiles como “escudos humanos”.
“Tenemos que lidiar con que es bajo tierra donde está la infraestructura militar y la mayoría de los terroristas de Hamás, sus líderes, su capacidad de decidir y su armamento”, sostiene Michael, “y asumo que junto a los rehenes”. “No solo tenemos que llegar al último lanzagranadas, al último Kaláshnikov o al último terrorista, lo determinante será llegar hasta su centro de gravedad”, prosigue el experto del INSS. En todo caso, mantiene, “hay que tener mucho cuidado porque nos van a estar esperando con trampas y debemos sorprenderlos”, advierte.
El reto de acabar del todo con la milicia fundamentalista es difícil de alcanzar, reconocen los expertos consultados. “Erradicar Hamás es un gran desafío y es algo complicado de definir exactamente (…) Lo que Israel puede hacer más en la práctica es reducir las capacidades de Hamás así como matar o capturar al máximo de combatientes y destruir su infraestructura militar. Es decir, que no sean capaces de repetir lo que hicieron el 7 de octubre”, señala Katz a través de correo electrónico, sin descartar que mientras haya integrantes vivos, la organización puede resurgir.
“El factor diferenciador fundamental del campo de batalla urbano de Gaza es la tercera dimensión: túneles subterráneos, edificios altos y una intensa guerra de aviones no tripulados por encima”, avanza Michael Knights, analista del centro de estudios The Washington Institute. “Hamás llevará la guerra subterránea a nuevos extremos”, continúa en un intercambio de mensajes por correo electrónico. Según la estimación de Knights, se podrían superar en Gaza los 9.000 muertos registrados en la batalla de la ciudad iraquí de Mosul en 2017 contra el Estado Islámico.
Incursiones preparatorias
Israel, añade Spencer, “no solo va a necesitar de sus capacidades militares”, sino también de “la [información de] inteligencia” y los “sobornos” a la población local para comprar información y poner lo menos posible en riesgo a los secuestrados. Qatar es el pivote sobre el que giran las negociaciones para avanzar en las liberaciones, aunque hasta el momento Hamás solo ha liberado a cuatro mujeres. “Tenemos que asumir que no todos van a poder salir con vida”, admite Michael, que también es profesor en la Universidad británica South Wales. John Spencer recuerda, sin citarlo por su nombre, el caso de Guilad Shalit, un militar israelí que permaneció un lustro secuestrado en Gaza hasta que fue intercambiado por un millar de presos palestinos. Hamás ha llegado a pedir estos días la liberación de 6.000 reos de las cárceles de Israel a cambio de los más de 200 que tiene.
Además de allanar el terreno con los ataques aéreos, Israel ha llevado a cabo varias incursiones, especialmente en los tres últimos días, lideradas por columnas de sus tanques. Se trata de tantear el terreno efectuando labores de inteligencia con las que averiguar las posiciones del enemigo, bien militares o de sus mandos, o posibles lugares en los que pudieran tener a los rehenes, así como eliminar posible armamento antitanque de primera línea y a líderes de la milicia integrista. Los bombardeos aéreos no cesarán una vez que hayan penetrado las tropas por tierra, asegura Spencer. Será el turno de ataques más controlados, desde menor altura gracias a drones, helicópteros o aviones que puedan volar más bajo.
Kobi Michael prevé además que “los ciudadanos serán informados de que, si no abandonan la zona, serán considerados terroristas de Hamás y serán asesinados, porque no se va a distinguir entre terroristas de Hamás y civiles inocentes”.
“No hay un solo lugar seguro en toda Gaza”, cuenta desde Rafah, la población más al sur de la Franja y fronteriza con Egipto, Abdalla Hasanen, un vecino de 23 años. “He nacido aquí, siempre he vivido aquí y he sido testigo de muchas escaladas y agresiones, más de las que soy capaz de contar”, señala este joven activista de la organización We are not numbers (No somos números), para tratar de poner rostro a esa población con frecuencia escondida detrás de unos guarismos impersonales. “No estamos preparados para esta limpieza étnica”, pero “incluso si llegan aquí a Rafah, no pensamos irnos de Gaza”, zanja.
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