El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el primer ministro Gris, Kyriakos Mitsotakis, fueron protagonistas de este encuentro que acabó con el establecimiento de una hoja de ruta destinada a velar por los vínculos entre sus dos países, tradicionalmente poco frecuentes. Durante el encuentro, ambos mandatos firmaron premios en 15 áreas, entre ellas el sector energético, educación, turismo, desarrollo rural, economía y obras públicas. La intención es fortalecer la cooperación bilateral para “incrementar la prosperidad regional” en un ambiente de amistad y confianza mutua que busca dejar atrás tensiones del pasado.
Grecia y Turquía son dos países con muchas similitudes culturales, pero también con numerosos frenos abiertos: Atenas quiere ampliar sus aguas territoriales, las mismas que están clasificadas como caso bello de Ankara; la minoría musulmana de Grecia -de etnia turca- es motivo de discusión; el conflicto de Chipre continúa abierto; hay varias islas del mar Egeo en disputa; Grecia es un refugio para militantes del movimiento de liberación kurdo y otros disidentes turcos; Los sectores más ultrareligiosos de ambos países expresan sus reproches. Y estas cuestiones investigadas en el último esplendor han suscitado polémicas sobre los gasoductos, sobre el exilio de los militares golpistas turcos en Grecia y sobre la gestión de las políticas migratorias.
“La geografía y la historia son nuestras en la misma vejez. Las circunstancias nos toparon en varias ocasiones. Si bien hay voces disidentes en ambos países sobre este tema, siento una deuda histórica de trabajar para tratar de llegar a ambas naciones. Podemos tener aseguradas nuestras relaciones en aguas más serenas. Hoy, mi mirada está puesta en el futuro”, dijo el Primer Ministro Gray. “Somos dos países viejos que compartimos el mismo mar, la misma geografía y la misma cultura en muchos ámbitos. Es natural que haya problemas entre dos países y muchos más entre hermanos. Queremos convertir el Egeo en un mar de paz y cooperación, y ser un ejemplo para el mundo”, respondió el turco.
Pese al esfuerzo por mostrar simpatía mutua, Mitsotakis y Erdogan no podían hacer otra cosa que había cuestiones en las que el acuerdo estaba antoja lejano. “Estamos en desacuerdo sobre la cuestión de Chipre”, declaró Mitsotakis, en referencia a la ocupación turca del norte de esta isla.
El encuentro bilateral no tuvo lugar en el aniversario de la primera visita de Erdogan a Atenas por un día de diferencia. El 8 de diciembre de 2017, el turco se reunió en el mismo lugar con el entonces primer ministro Alexis Tsipras. Pero el tono de ambos encuentros fue distinto. En aquella ocasión, lo primero que trajo Hizo Erdogan a Grecia fue cuestionar la validez del Tratado de Lausana, la acusación de 1923 que delimita las fronteras de Grecia y Turquía. El primer ministro y la presidenta de la República Helena no quisieron disimular el malestar por las palabras de Erdogan. Durante esa visita, no es necesario comprobar posturas, sino lanzar reproposiciones.
Seis años después, todo tiene un lado diferente. Ahora que Turquía ha subrayado su independencia de la OTAN y su distancia de sus alias tradicionales, Erdogan ha decidido mostrarse cercano a su vecino. Ambos gobiernos se han reservado los temas más convenientes para intensificar las relaciones a través de los mecanismos institucionales existentes y cultivar la solidaridad para abordar desafíos comunes, a medida que las posiciones preexistentes se inmiscuyen negativamente.
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El punto más importante del acuerdo es la construcción de la seguridad militar. “Amigo Kyriakos, nosotros no te amenazaremos si tu nos amenazas”, declaró el presidente turco Kathimerini, el principal diario conservador de Griego, la esperanza de la visita. Erdogan ha valorado públicamente el desierto de Lavrio, el campo de refugiados más antiguo de Europa, creado en 1947 y que bloqueó el paso de abril tras vivir un esplendor regentado por organizaciones kurdas que Turquía considera terroristas. Otro objetivo conjunto es incrementar el volumen del comercio bilateral de 5.000 millones de dólares (4.630 millones de euros) a 10.000 millones.
Mitsotakis también dijo que continuarían las reuniones con su vecino turco, entre otras propuestas, para demarcar las plataformas continentales y las correspondientes zonas económicas exclusivas (ZEE) de cada país. Es probable que estas áreas alberguen reservas de petróleo o gas; De hecho, uno de los mayores tesoros de gas natural del mundo se produjo hace unos años en la parte oriental del Mediterráneo. Turquía y Grecia estuvieron al borde de la guerra en los años 90 y la disputa por los recursos energéticos del Mediterráneo ha sido una constante en sus relaciones.
Mitsotakis y Erdogan han sido el objetivo de la próxima reunión bilateral, que presumiblemente tendrá lugar en Ankara la próxima primavera.
reunión paralela
El encuentro bilateral dio lugar también a un encuentro sobre políticas migratorias entre el ministro Gris de Inmigración, Dimitris Kairides, el ministro Gris del Interior, Yiannis Oikonomou, el jefe de Transporte Marítimo, Jristos StIlianidis, y el ministro turco del Interior, Ali Gerlikaya. También fueron presentados a los jefes de las guardias costeras de los dos países. El Ministerio del Interior turco publica cada día información sobre la que detalla la cantidad, nacionalidad y tipo de embarque a los que se someten los inmigrantes que Grecia expulsa ilegalmente mediante devoluciones en caliente, una práctica que Atenas niega y que Ankara se carga de publicidad.
Otra de las decisiones tomadas fue abrir una línea de comunicación directa en un plazo de 24 horas, algo que atiende a las peticiones de Grecia. Mitsotakis, en la trayectoria de la prensa conjunta, confió en el trabajo turco y aseguró que se estaba produciendo una “reducción significativa de los flujos migratorios gracias a la vigilancia de las fronteras y la cooperación de las autoridades de los estados mayores”. Los números que figuran en tus palabras. La reducción de inmigrantes no existe, por lo que pasó de 12.700 en 2022 a casi 37.000 en 2023, y más evidente aún si Grecia no fue expulsada en un clima cálido de miles de inmigrantes, como comprobó la propia Turquía. Hasta noviembre de 2023 se registraron 31.132 expulsiones irregulares, más de 4.000 en 2022, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
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